Ahora que Tom Waits es uno de los artistas más influyentes, originales y radicalmente innovadores del panorama musical desde hace casi tres décadas, la gente olvida sus comienzos, cuando era lo que se llama en los EE UU un "crooner", es decir, un cantante de baladas. "Crooners" fueron Sinatra o es Tony Bennet, pero Tom fue un crooner del lado oscuro, evidentemente.
Porque sus temas estaban indefectiblemente salpicados de bares, fondas de mala muerte, camareras, cerveza, whisky Bushmill, prostíbulos de Nueva Orleans, autobuses Greyhound o Trailways, tragedias clásicas en áreas metropolitanas, vagabundos, hoteles de mala muerte, alcohólicos, strippers, gánsters... Tom Waits era una actualización del mundo del pintor Edward Hopper, con la soledad urbana de fondo. Hay cientos de canciones que corroboran esto, entre 1968 y 1983. Una de mis favoritas, que comenta varios de los temas que él trataba, es Invitation to the blues, del álbum que tal vez mejor representa esta tendencia, Small Change. Por cierto, tengo una anécdota sobre el tema I wish I was in New Orleans de este mismo álbum. En este tema, habla con arrobo de la calle Burgundy, en Nueva Orleans. Cuando estuve allí, pregunté a la gente dónde estaba esa calle, y la gente me respondía con cierto estupor. Llegué a la calle, y me di cuenta de todo: prostitución barata, chulos en las esquinas... Salí escopetado. Tom: ¿dónde carajo te metías en esos años?
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