¿Qué piensan esos hombres? Detrás de su rigorismo, su violencia, su intransigencia, se esconde algo elemental: el miedo. El miedo a una niña que quiere que niñas como ella tengan acceso a la educación en Pakistán. Ese anhelo, que tan excéntrico nos parece ahora aunque puede que en algún tiempo no, la ha llevado a las puertas de la muerte. Los talibanes resumen todo lo más siniestro del hombre como especie, de la religión como modo de entender el mundo. Los talibanes no son más que unos cobardes, de una cobardía vasta y casi legendaria, cobardes repugnantes que matan todo aquello que temen. Y temen a una niña que quiere aprender y hacerse como persona. Menos mal, Malala ha sobrevivido. Pero, ¿por cuánto tiempo? Y peor, ¿cuántas mujeres pakistaníes han jaleado a los hombres que la han querido asesinar?
Con razón de niño quería ser supehéroe. No dejaría a uno en pie, esos malnacidos, esos miserables fanáticos de dioses atroces del desierto, esas envidiosas de que las niñas lleguen a saber lo que ellas nunca sabrán.
Todos somos Malala.
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