No puedo evitar relacionar el asunto del dopaje, con el juicio a Eufemiano Fuentes, y todas las noticias que salpican día tras día los periódicos.
En política, una y otra vez los partidos (sobre todo algunos, que no todos son iguales, aunque nos lo quieran hacer creer) intentan tapar sus vergüenzas recurriendo a ataques a sus oponentes o reivindicando soberanismo, da igual, que aquí todo vale. En dopaje, Fuentes tiene una lista de deportistas de élite que se han sopado... ¡y la juez le prohíbe que la publique! Esto es flipante, como poco. ¿Qué nombres habrá en la lista? Hago conjeturas. Pero el hecho es que la comunidad internacional nos mira atónita, pues los escándalos de aquí habrían hecho dimitir a cualquier gobierno del mundo, a excepción de Haití, Ghana y otros así, y en otros países (los EE UU, Francia, Alemania...) la lista ya se habría hecho pública, y los deportistas estarían encausados. ¿Sería posible en España un caso como el de Armstrong? Pensemos en equivalentes, en grandes campeones en el mundo del deporte español... No, aquí no haríamos nada, y cargaríamos contra los franceses, como siempre.
Sí, somos un país en que los banqueros que han hecho quebrar un banco son fichados como consejeros de élite de empresas multinacionales, donde un señor corrupto hasta las cachas ha estado en la nómina del partido del gobierno hasta ayer, donde un representante de Educación afirma que se aprende mejor una lengua extranjera en España que en el país donde se habla, un país que deja las puertas abiertas a las mafias más peligrosas del mundo y se las cierra a los profesionales mejor cualificados, un país en que el mejor fichaje de un equipo deportivo es el médico, un país donde "Sálvame" está en "prime time". Somos el país de yo no fui, yo no dimito, y, sobre todo, y tú más. Y como no te calles, te privatizo. Somos el país de Ana Mato, que no dimite cuando hasta el papa de Roma ha renunciado. Bueno, y somos el país de un rey que tampoco abdica, con más lesiones que un delantero centro de los años setenta, castigado por las coces de los legendarios "oriundos", y con una parentela política que le debió de fichar su peor enemigo.
Yo me iría, pero no puedo.
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